CAPÍTULO 176

En ese momento, las piernas de Valentina se sentían como si ya no fueran suyas, como si sus rodillas pudieran ceder con cada lento paso que daba. Pero mantuvo la espalda recta, la mirada baja, su ritmo tranquilo. Sin movimientos bruscos, sin pánico.

Entonces les dio un breve asentimiento y una sonrisa cansada, murmurando suavemente:

—Solo el baño... Creo que necesito un momento.

Los hombres asintieron en respuesta, uno de ellos levantándose a medias en fingida preocupación.

—Por supuesto, tómese su tiempo, Señorita Valentina. Espero que todo esté bien.

Ella no respondió.

Sus dedos rozaron la pared brevemente mientras caminaba, lo suficiente para estabilizarse sin hacerlo obvio. Su visión se duplicaba por segundos, su respiración más lenta de lo normal—pesada, como si el aire se hubiera convertido en jarabe.

Cuando llegó al baño, cerró la puerta tras ella, la aseguró, y luego se tambaleó hacia el lavabo.

Abrió el grifo y se salpicó agua en la cara.

Una. Dos. Tres veces.