En ese momento, Liam tropezó hacia atrás, como si la gravedad se hubiera duplicado repentinamente solo para él. Sus piernas se sentían como papel mojado. La silla detrás de él chirrió ruidosamente mientras la alcanzaba para estabilizarse, pero incluso eso no detuvo el temblor que sacudió sus brazos.
Estaba en silencio—demasiado silencio para alguien que había llegado con el pecho inflado, listo para demostrar algo.
No podía con todo ese orgullo, toda esa planificación, ahora dispersa como cenizas en el viento. Ni siquiera podía reunir sus pensamientos, no cuando todo a su alrededor se desmoronaba más rápido de lo que podía asimilar.
Se había preparado para una confrontación—Unas palabras intercambiadas, un choque de egos, tal vez incluso humillar a Raymond frente a Valentina. Ese era el plan. Esa era su victoria por reclamar.
Pero aquí estaba. Derrotado sin un solo golpe.