CAPÍTULO 180

Por un segundo, el cuerpo del hombre se estremeció —luego quedó completamente inmóvil, desplomándose sin vida en el suelo.

Al otro lado de la habitación, el último hombre que quedaba permaneció paralizado, con todo su cuerpo temblando incontrolablemente.

Ya ni siquiera podía respirar correctamente.

Sus pulmones ardían. Su mente le gritaba que corriera, pero sus piernas no obedecían.

Su boca se abrió para gritar —para suplicar —para hacer cualquier cosa —pero no salió ningún sonido.

Solo un débil gemido escapó de su garganta.

«Esto no es humano», gritaba su mente. «¡Esto no es humano en absoluto!»

Pero Raymond no le dio tiempo para procesarlo.

Con una calma aterradora, Raymond dio un paso alrededor de él.

Antes de que el hombre pudiera siquiera girarse para defenderse, Raymond ya estaba a su espalda.

Sin un solo movimiento desperdiciado, los dedos de Raymond se curvaron como garras, y con un movimiento salvaje y desgarrador, destrozó el cuello del hombre.