Melanie estaba frente al espejo, haciendo muecas ante las marcas esparcidas por su piel. Maldición. Nunca se había dado cuenta de lo fácilmente que se le hacían moretones. Las manchas desvanecidas en sus brazos causadas por ese anciano, Grif, habían tardado en desaparecer, y ahora Spencer había hecho todo lo posible por dejar su propia huella en ella.
Sus dedos rozaron levemente las tenues marcas de dedos en sus antebrazos, recordatorios de su agarre implacable. Pero era la marca oscurecida en su cuello lo que le revolvía el estómago. Se inclinó, ladeando ligeramente la cabeza para examinarla bajo la luz, y se estremeció. Realmente había intentado matarla.
Un escalofrío recorrió su columna. Unos segundos más y podría haberse desmayado. Fue en ese momento cuando supo que estaba totalmente sola en este lugar. Nadie se adelantaría para ayudarla a menos que tuvieran algo que ganar.