¿Alguna vez me amaste?

Spencer entró en la habitación, su mirada penetrante recorriendo el espacio. Parecía igual, pero diferente. Los muebles seguían en su lugar, pero el resto de las cosas ya habían desaparecido. El tocador lleno de sus cosas estaba vacío. Frunció el ceño. Apenas había vivido en esta habitación una semana y, sin embargo, parecía que había observado y recordado demasiadas cosas.

Ya había notado a las criadas sacando la ropa y las pertenencias personales cuando salió para recibir a su abuelo. Ahora, de pie aquí, sentía un peso incómodo sobre él.

Sus ojos se posaron en Melanie, quien ahora recogía su bolso de la cama, lista para irse.

—¿De qué estabas hablando, Melanie? —preguntó con voz medida—. ¿Qué sabes sobre el testamento y el divorcio?

Melanie se volvió y sonrió, lenta y conocedora.

—¿Por qué? —preguntó con ligereza—. ¿Tienes miedo de que te cause problemas?