Mientras Melanie hablaba sobre sus planes para impulsar LuxeArt, la tensa atmósfera entre ellos parecía aliviarse, a pesar de la ardiente atracción que bullía justo bajo la superficie.
Adam no podía evitar maravillarse ante la tenacidad de la mujer. Sabía que era una astuta empresaria después de observar sus acciones durante los últimos tres años, pero viéndola ahora, tan entusiasmada por el préstamo que había recibido, lo impresionaba más de lo que esperaba.
Había visto el inventario de LuxeArt de primera mano durante su última visita. Madam Collins había hecho un desastre en ese lugar. Los muebles eran lamentables: madera agrietada, barniz descascarado y diseños que parecían pertenecer al siglo pasado. Incluso el cazador de gangas más desesperado dudaría en gastar dinero allí.