Mirando fijamente

—¿Por qué me estás mirando así?

Adam intentó sonreír, pero un dolor agudo en la mandíbula le hizo hacer una mueca en lugar de responder a su pregunta. En vez de contestar de inmediato, extendió la mano y sus dedos rozaron la mejilla de ella mientras suavemente colocaba un mechón suelto de cabello detrás de su oreja.

El suave gesto la hizo detenerse y su mirada se elevó para encontrarse con la de él. Por un breve momento, sus ojos se encontraron y él solo pudo mirarla fijamente. Tenía unos ojos tan claros.

Pero entonces ella parpadeó, se movió ligeramente y apartó la mirada. La bolsa de hielo que había estado presionando contra la mandíbula de él bajó un poco, sus dedos sujetándola con flojedad.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con voz llena de confusión.

Adam simplemente se encogió de hombros, sus labios curvándose como si quisiera sonreír con suficiencia pero sabiendo que era mejor no agravar el dolor de su mandíbula. Su respuesta fue simple mientras decía en voz baja: