Cuando los brazos de Adam finalmente la rodearon, a pesar de las lágrimas y los sollozos, un destello triunfante brilló en los ojos de Saira. Por fin, él había bajado la guardia. Soltando su agarre de la camisa de él, deslizó sus brazos alrededor de su cintura y lo abrazó con más fuerza, presionando su cuerpo más cerca del suyo.
Sintió el latido constante del corazón de él bajo su mejilla y cerró los ojos, dejando que su aroma la envolviera. Había pasado tanto tiempo desde que estuvieron juntos. En el pasado, le gustaba estar en sus brazos, pero esta vez, se sentía como un refugio seguro. Sentía como si nunca volvería a sufrir si pudiera quedarse allí. Se permitió temblar, lo suficiente para que pareciera real, lo suficiente para hacerle pensar que se estaba quebrando y lo necesitaba.