Adam rompió el beso y miró hacia abajo entre ellos, sus manos ya trabajando mientras acariciaba la carne cubierta de encaje con sus manos. —Hermosa...
Sus ojos recorrieron la piel recién revelada, lentos y codiciosos, y cuando encontraron el camino de vuelta a los de ella, su voz era baja, áspera y cargada de hambre. —Me vuelves loco —murmuró, su pulgar rozando la curva de su pecho justo por encima del encaje de su sujetador—. Absolutamente jodidamente loco.
Sus palabras escaparon en un murmullo mientras continuaba trazando a lo largo de los bordes. En el minuto siguiente, su dedo se enganchó debajo del broche de su sujetador y con un solo movimiento, el encaje se abrió, dejándola expuesta al aire.
Melanie se estremeció e instintivamente movió sus manos para cubrirse, pero el fuego en los ojos de él la detuvo y ella enroscó sus dedos en la sábana, observando cómo él bajaba su cabeza...