Deshilachándose

Melanie podía sentir que sus nervios comenzaban a desgastarse mientras intentaba convencerse de que esto probablemente era una táctica utilizada por la policía para debilitarla mentalmente. Pero el hecho de que la hubieran dejado allí durante más de una hora, solo para mirar las frías paredes, realmente la estaba afectando.

No había ventanas, solo luces fluorescentes duras zumbando arriba y una única mesa metálica con un par de sillas a cada lado. Finalmente le habían quitado las esposas, pero el dolor en sus muñecas persistía.

Se sentó rígidamente, con los brazos cruzados de manera protectora, sus ojos mirando hacia la puerta cada pocos segundos. Su mente era un torbellino de preguntas—sobre Adam, sobre Saira, sobre quién la había tendido una trampa. Tenía que ser una trampa. No había otra explicación. Pero eso no importaba ahora. Lo que importaba era probarlo antes de que fuera demasiado tarde.