Muriendo Joven

Sir Robert lo miró fijamente, casi como si hubiera oído mal.

—No. No, eso es absurdo —dijo bruscamente, con voz inestable—. ¿Qué quieres decir con que no te queda mucho tiempo de vida? ¿Qué clase de conversación es esa? ¡Ni siquiera tienes sesenta años! ¿Cómo puedes morir? ¡No hables así! ¡Vivirás más de cien años!

—Algo del corazón, dijeron los médicos. Las pruebas no están todas listas aún, pero... los síntomas. Las señales. Están bastante seguros, padre. Es por eso que he regresado.

—¿Seguros? —espetó Robert con brusquedad—. ¡Entonces no saben una maldita cosa! Te llevaremos con especialistas adecuados. No estos médicos rurales o universitarios medio entrenados. Conozco gente, Patrick. ¿Crees que el apellido Collins ya no significa nada?