Padre

—¡Adam!

—¡Hah! ¡Melanie!

Adir se detuvo en medio de su carrera cuando vio a las dos figuras entrar juntas a la casa, sus zapatos resbalando ligeramente en el pavimento mientras miraba a Adam y Melanie, paralizado por la incertidumbre. No sabía a quién abrazar primero.

Sus ojos se movieron entre los dos, con la respiración atrapada en su garganta. Pero entonces Melanie sonrió suavemente y abrió sus brazos. Eso fue todo lo que necesitó. Sin dudarlo, corrió hacia ella y la envolvió con sus brazos en un fuerte abrazo.

Ella olía a algo cálido y reconfortante, algo cercano a lo que él imaginaba que olería una madre. Frunció el ceño. La última vez que se abrazaron y él había dicho eso, su padre le había explicado que era porque ella estaba empapada de vainilla y por eso era como un pastel. Todavía recordaba lo fuerte que había sido. ¿Se había tropezado con alguien otra vez? ¿Tal vez había derramado algo que la hacía oler así de nuevo?