—Incluso si hay pruebas. ¡Tú, Adam Collins, no tienes derechos aquí, independientemente de si eres accionista o no! —el hombre que soltó estas palabras miró a Adam como si compartieran una enemistad personal. Melanie no tuvo que adivinar que este era uno de los nombres en el archivo que Adam acababa de presentar.
Pero Adam, por otro lado, no reaccionó al arrebato con ira o indignación. En cambio, simplemente dejó escapar una risita divertida como si alguien hubiera contado un chiste que solo él entendía. Se reclinó nuevamente, sus ojos brillando con picardía mientras colocaba su barbilla sobre su palma y preguntó con ligereza: