En aquel entonces…
Sarah
Matthew apenas puede sostenerme la mirada desde que regresamos de la conferencia. Sus ojos se desvían, llenos de una tensión incómoda que se cierne entre nosotros como una densa niebla.
Supongo que no puedo culparlo, dado que mentí, afirmando falsamente que habíamos pasado la noche juntos. Ahora que hemos vuelto al ritmo de nuestra vida cotidiana, me siento culpable.
Debería decirle que fue una mentira y que solo estaba bromeando. No pasó nada entre nosotros.
Matthew está sentado en su oficina, hojeando algunos documentos, pero puedo notar que no les está prestando ninguna atención. Su mandíbula está tensa, sus dedos agarran las páginas con demasiada fuerza.
Trago saliva y me acerco. —Hola, Matthew.
No levanta la mirada de inmediato. Cuando finalmente lo hace, sus ojos azules están cautelosos. —¿Qué?
Dudo. —Necesitamos hablar.
Exhala bruscamente, frotándose la cara con una mano. —Sarah, si esto es sobre...