Una mentirosa manipuladora.

—¿Qué?

—Querida, ¿has olvidado las cláusulas que aceptaste cuando te uniste a la empresa? —la voz de Denis estaba impregnada de sarcasmo—. No puedes renunciar sin mi consentimiento. Y si lo intentas, tendrás que pagar la penalización, algo que no estás en condiciones de permitirte ahora mismo.

Ella había estado tan ansiosa por trabajar para él en aquel entonces, tan cegada por el amor, que ni siquiera se había molestado en leer las cláusulas correctamente antes de firmar el contrato. Pero ahora lo lamentaba.

La voz de Denis goteaba condescendencia. —¿Qué? ¿Lo recuerdas ahora?

Ana apretó su agarre en el teléfono.

—Deja de ser tan terca —dijo Denis, su sarcasmo desvaneciéndose en un tono gélido—. Piensa en los gastos médicos de tu padre. Vuelve a la oficina y ponte a trabajar; pasaré por alto los problemas que has causado.