Estoy cansada de ser un sustituto.

—¿Casándote? —Audrey parpadeó, girando la cabeza hacia Ana—. ¿Te vas a casar?

Ana suspiró y asintió lentamente.

—Sí...

Tan pronto como esa palabra escapó de su boca, Audrey exclamó:

—¿Hablas en serio? ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Con quién te vas a casar?

—Es...

—Basta de todo esto, Ana —la voz cortante de Denis interrumpió la conversación. La arrogancia juguetona de momentos atrás había desaparecido, reemplazada por una furia fría y ardiente—. Ya es suficiente. Admítelo de una vez: estás haciendo todo esto para llamar mi atención. Primero, mentiste sobre este supuesto matrimonio, ¿y ahora esto? —Hizo un gesto a su alrededor, con el labio curvado en desdén.

Sus ojos se dirigieron hacia Raul y Eric, que permanecían inmóviles. Denis extendió su mano hacia Ana, con la palma abierta.

—Ven conmigo. Te llevaré a casa.

Ana enderezó la espalda, la chispa de rebeldía ardiendo con más fuerza dentro de ella.

—No voy a ir contigo.