Querías que él me arruinara.

Agustín instintivamente la acercó más a él, su postura protectora mientras miraba con furia a Denis.

Denis se tensó bajo la mirada de Agustín. Solo había llegado unos minutos tarde. Si hubiera llegado un poco antes, Ana habría estado en sus brazos. Él podría haber sido quien la salvara—el héroe del momento. Pero Agustín le había robado ese papel.

Una mezcla de resentimiento y frustración ardía dentro de él. Extendiendo su mano, exigió:

—Ana, ven aquí.

—¿Por qué estás aquí? —espetó Ana—. ¿Viniste a ver si me habían humillado?

Denis titubeó, momentáneamente sin palabras.

—Puedo explicarlo, pero tienes que venir conmigo.

—Ella no va a ir a ninguna parte contigo —interrumpió Agustín con firmeza.

—Tú... —Denis le apuntó con el dedo, su rostro oscureciéndose de rabia—. Mantente al margen. Esto es entre Ana y yo.

—Ella es mi esposa —afirmó Agustín con autoridad inquebrantable—. Sus problemas son mis problemas.

La mandíbula de Denis se tensó.