Fe perdida en el amor

Dentro de la habitación privada…

La atmósfera se volvió tensa cuando el Sr. Lee se inclinó más cerca de Ana.

—Aprecio tu honestidad —murmuró, con un brillo astuto en sus ojos—. Seguiré tu consejo y cancelaré la colaboración. No hablemos más de negocios. ¿Por qué no disfrutamos un poco?

Extendió la mano, dejando que sus nudillos rozaran su brazo.

Ana se apartó instantáneamente, con repulsión reflejada en su rostro.

—Sr. Lee, le sugiero que se comporte adecuadamente —dijo con firmeza—. No soy ese tipo de mujer. Además, acabo de salvarlo de firmar un mal trato—debería agradecérmelo, no cruzar límites.

La expresión del Sr. Lee se oscureció en un instante, con un destello peligroso en sus ojos.

—¿Me rechazas? —hervía como si la mera idea de ser rechazado fuera insoportable—. ¿Quién te crees que eres?

En un instante, se abalanzó sobre ella, su mano rodeándole la garganta, cortándole el aire.