No le tomó mucho tiempo llegar. Al entrar apresuradamente, sus ojos inmediatamente captaron a Ana saliendo furiosa, secándose rápidamente las lágrimas.
—¡Ana! —la llamó, acelerando su paso hacia ella—. ¿Estás bien?
Ella se detuvo bruscamente, sobresaltada por su repentina aparición. Parpadeando confundida, lo miró de arriba abajo.
—¿Tú? ¿Qué estás haciendo aquí?
Agustín se tensó. En su urgencia por llegar a ella, había olvidado momentáneamente que ella aún no conocía su verdadera identidad – ni sabía que alguien había estado vigilándola de cerca.
—Eh... —dudó, frotándose la nuca mientras buscaba una excusa—. Yo—vine a visitar a un colega. No esperaba encontrarte. ¿Está todo bien?
Los ojos de Ana se llenaron de lágrimas frescas, su determinación desmoronándose. Dio un paso adelante y lo rodeó con sus brazos, apoyando su cabeza contra su pecho.