Agustín dejó escapar un largo suspiro, inclinando la cabeza hacia atrás para mirar al techo mientras luchaba por no perder la paciencia.
—Ya ha comenzado —murmuró—. No tengo idea de qué tipo de problemas causará esta noche.
Sus dedos rozaron distraídamente su cuello mientras recordaba cómo ella lo había mordido cuando estaba ebria la última vez. Esa punzada parecía persistir incluso ahora.
—Realmente eres un caso —refunfuñó, mirando hacia su rostro sonrojado—. ¿Por qué te emborrachaste?
Ana soltó una risita, agitando la mano con despreocupación. —Porque estoy feliz.
Gesticuló animadamente hacia un lado, tambaleándose ligeramente mientras lo hacía. —Ese Denis... está tan lleno de sí mismo. Camina como si fuera el dueño del mundo, como si todo girara a su alrededor. —Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa—. Pero lo mejor es que es un completo idiota.
Agustín arqueó una ceja, intrigado.