El rostro de Tania se retorció con amargo resentimiento.
—Todo es por culpa de esa perra, Ana Clair —escupió el nombre que se había convertido en una espina en su costado—. Denis no la ama, pero aún se niega a dejarla ir. Quiere mantenerla cerca como un juguete. Mientras ella esté en el panorama, mis planes —nuestro futuro— nunca sucederán.
La desesperación brilló en su mirada mientras agarraba la mano de Enzo.
—Enzo, ayúdame a deshacerme de ella. Una vez que esté fuera del camino, Denis no tendrá excusa. Se casará conmigo.
Enzo se tensó por la sorpresa.
—¡Tania! ¡Me estás pidiendo que mate a alguien! ¿Te escuchas a ti misma? Esto no es un juego. Si me atrapan, mi vida se acabó.
El agarre de Tania se apretó aún más.
—No te pasará nada —insistió—. Confía en mí. Los accidentes ocurren todo el tiempo. La gente muere inesperadamente todos los días. Un suceso desafortunado más, y Ana desaparecerá. Nadie sospechará nada.
Su expresión se volvió casi suplicante mientras continuaba: