No permitas que nadie te intimide.

Ana se sobresaltó al verla sentada en el escritorio de la secretaria. Siempre había conocido a Lorie como una simple empleada en esta pequeña empresa. ¿Cómo se había convertido de repente en la secretaria del Director Ejecutivo?

Por otro lado, las cejas de Lorie se fruncieron y sus labios se curvaron con frustración mientras se levantaba de su silla. Con pasos agudos y cortantes, se dirigió hacia Ana, con los brazos cruzados firmemente sobre su pecho.

—¿Qué estás haciendo aquí? —espetó Lorie—. Esta es un área restringida. No se te permite estar aquí.

Ana inclinó la barbilla mientras enfrentaba la mirada de Lorie sin vacilar.

—Tengo asuntos aquí —respondió fríamente.

Lorie se burló, sus ojos escaneando a Ana con desdén apenas disimulado.

—¿Asuntos? —se mofó—. Muchas mujeres como tú suelen venir aquí para codiciar al Director Ejecutivo. Pero el jefe no tiene tiempo para entretener a ese tipo de mujeres. No te humilles. Vete.