Una sombra cruzó el rostro de Ana cuando viejas heridas resurgieron. La sonrisa condescendiente de Denis, sus ojos fríos, la forma en que la había tratado como una mascota en lugar de una persona.
—Puede que sea un buen hombre de negocios —continuó—, pero en su corazón, solo conocerá una cosa: transacción.
La palabra dejó un sabor amargo en su lengua. Era la misma palabra que Denis le había lanzado como una daga, cortando profundamente. Una vez le dijo que el Amor no existía y que no despertaría a su padre del coma. Todo se trataba de transacción: dar y recibir.
Ana agarró su copa y bebió el vino restante de un solo trago.
Justo entonces, un aplauso atronador estalló en toda la sala de subastas. El invitado especial en el palco privado había ganado la puja, asegurando para sí mismo el codiciado collar de diamantes azules en forma de corazón.