Sola en la mesa, Tania sacó el collar de la caja y se lo abrochó alrededor del cuello. Encendió la cámara de su teléfono, admirando su reflejo mientras una sonrisa lenta y satisfecha se extendía por sus labios.
—Denis todavía me ama —murmuró—. Me comprará cualquier cosa siempre que se lo pida.
Entonces, una idea maliciosa se deslizó en su mente. Era la oportunidad perfecta para recordarle a Ana cuál era su lugar—para asegurarse de que nunca albergara la idea de volver con Denis.
Con un destello de satisfacción, Tania se levantó con gracia, ajustando el collar para que quedara perfectamente contra su clavícula. Agarró su copa de vino y se dirigió con paso elegante hacia Ana. Esta noche, se aseguraría de que Ana entendiera—Denis estaba muy lejos de su alcance.
Ana estaba sentada sola en su mesa, haciendo girar perezosamente su bebida en la copa, disfrutando del suave zumbido del alcohol.