Megan abusó de su autoridad.

Agustín entró en un pequeño apartamento, el aire cargado de antiséptico y tensión. Gustave lo recibió en la puerta y lo condujo en silencio por un estrecho pasillo hasta un dormitorio.

—Tenía demasiado dolor —explicó Gustave en voz baja—. El médico tuvo que sedarlo.

Agustín se acercó a la cama, entrecerrando los ojos mientras miraba al hombre que yacía allí inmóvil. Tenía vendajes firmemente envueltos alrededor de su cabeza, su rostro pálido e inexpresivo.

—¿Dijo quién lo contrató? —preguntó Agustín.

Gustave suspiró, con frustración en su expresión.

—Lo intentó. Pero antes de que pudiera decir algo útil, el dolor empeoró. El médico tuvo que darle un sedante. Ya he comenzado a investigar—rastreando con quién se reunió y adónde fue durante los últimos días. Encontraré algo.