Las dudas de Ana

Ana pausó el video con un fuerte toque y le devolvió el teléfono a Agustín.

—No me interesa su disculpa —dijo, irritada—. ¿Realmente cree que un simple "lo siento" puede deshacer todo?

El dolor de lo que había soportado aún persistía—esos comentarios susurrados a sus espaldas, las miradas frías, y lo peor de todo, perder su papel como líder del proyecto. El daño no era algo que una disculpa pudiera barrer.

—La removí como mi secretaria —dijo Agustín, esperando que esto la calmara un poco—. La envié de vuelta al departamento de ventas. Pero si quieres que se vaya para siempre, solo dilo. La despediré.

—No. —Ana sacudió la cabeza—. Eso es demasiado fácil. Deja que se quede—pero hazla trabajar. Ponla en la calle repartiendo folletos, haz que se gane cada segundo de su sueldo. Deja que pruebe cómo es el trabajo real.

Resopló con amargura.