El corazón de Lorie latía dolorosamente. Una confesión pública destruiría cualquier resto de dignidad que le quedara. Su nombre, su reputación—todo quedaría en ruinas. Pero ¿qué opción tenía?
Si se negaba, no solo perdería su trabajo—su carrera habría terminado. Su orgullo gritaba, pero su miedo era más fuerte.
Con un pesado suspiro, bajó la mirada y asintió con reluctancia. —L-Lo haré.
Kate asintió secamente. —Bien. Estás oficialmente destituida de tu puesto como secretaria del Director Ejecutivo. Él no quiere verte en su oficina cuando regrese. Vete inmediatamente. Y haz tu declaración pública de inmediato.
Luego, con un gesto despectivo de sus dedos, indicó a los guardias. —Llévensela.
Lorie no opuso resistencia esta vez. Sus piernas se sentían entumecidas, su mente nublada por el temor mientras los guardias la sujetaban por los brazos y la sacaban.