Solo estás jugando con mis sentimientos.

Los brazos de Agustín temblaban ligeramente mientras la abrazaba. Un suspiro entrecortado escapó de sus labios. —Gracias a Dios que estás bien... Me asustaste de muerte.

Ana no respondió —su cuerpo aún estaba rígido por el shock, su mente tratando de procesar lo que acababa de suceder. La escena seguía repitiéndose una y otra vez en su cabeza.

—¿Cuánto tiempo planeas quedarte encima de mí? —Agustín dejó escapar una risa baja y burlona—. Me duele, ¿sabes?

Eso la hizo reaccionar un poco. —¡L-Lo siento! —tartamudeó, quitándose rápidamente de encima. Extendió la mano para ayudarlo, pero él hizo una mueca de dolor y se agarró el brazo.

—¿Estás herido? —preguntó ella, con el corazón encogido—. ¿Dónde? Déjame ver, por favor.

Sus manos flotaban a su alrededor, insegura de si tocar o alejarse.

En ese momento, Gustave se apresuró hacia ellos, con el rostro pálido de preocupación. —¡Señor! ¿Está bien? —Su mirada se movió entre Agustín y Ana—. ¿Debería llevarlo al hospital?