El mayordomo se acercó y se inclinó hacia Dimitri.
—Creo que ella es la indicada para Agustín —dijo pensativo.
Dimitri no respondió de inmediato. Su mente seguía atrapada en las palabras feroces y apasionadas de Ana.
—Ni siquiera dudó en rechazar el dinero —continuó el mayordomo—. Es obvio que no busca dinero. Realmente creo que lo ama.
Los ojos penetrantes de Dimitri se desviaron hacia los restos rotos del cheque tirados en el suelo. Anoche, había notado la silenciosa fuerza y determinación de Ana, pero las dudas persistían en su mente. La había probado deliberadamente hoy, ofreciéndole una suma que la mayoría habría aceptado sin pensarlo. Sin embargo, ella la había rechazado sin pestañear, sin mostrar ni un atisbo de tentación.
Su amor por Agustín parecía real.
Un destello de nueva confianza cruzó sus severas facciones. Ahora estaba seguro — Ana nunca abandonaría a Agustín, sin importar el costo.
—Llame al Sr. Granet —instruyó—. Organice una reunión.