Comprando un regalo para el abuelo

Ana yacía acurrucada contra Agustín, con la cabeza apoyada en su pecho. Él la abrazaba como si nunca quisiera soltarla, una mano acariciando su cabello, la otra extendida sobre su espalda en un gesto protector.

Durante un rato, ninguno de los dos habló. Luego Agustín exhaló lentamente, la tensión en su cuerpo finalmente cediendo.

—No quiero volver a estar en esa posición jamás —dijo con voz tensa.

Ana levantó ligeramente la cabeza, encontrándose con sus ojos. Ya no eran feroces. Estaban abiertos, vulnerables, llenos de emoción.

—Te lo prometo. No volverá a suceder —sonrió suavemente—. Saber que estabas allí, que siempre estás para mí, me da confianza. Eso es lo que me da la fuerza.

Él besó su frente, lento y prolongado.

—Patricia y Lorie no volverán a hacerte daño. Nunca permitiré que se te acerquen de nuevo.

Ella asintió, presionando un beso en su mejilla.

—Vamos a comprar algunos regalos.

—¿Regalos? —Agustín arqueó las cejas ante el repentino cambio de tema.