Más tarde ese día…
Agustín tuvo que irse a la oficina sucursal del Sphere Group. Antes de marcharse, le había indicado a Ana que regresara a casa después del trabajo y lo esperara.
Después de la reunión, Gustave se acercó y le dijo algo en voz baja.
La expresión de Agustín se endureció. —Vamos allá. Quiero hablar con él.
Caminó a zancadas hacia el ascensor, con Gustave siguiéndolo.
Ya era el atardecer cuando llegaron a un casino subterráneo. Una energía temeraria zumbaba en todo el lugar. El humo de cigarrillo se arremolinaba en el aire, denso y sofocante, mezclándose con el olor penetrante del licor y el sudor. Las luces de neón parpadeantes pintaban la habitación con violentos tonos de rojo y verde.