Agustín abrió la boca, pero no salieron palabras.
¿Cómo podría explicarlo?
La versión de sí mismo que le mostraba era solo un fragmento de quien realmente era. ¿Que detrás de puertas cerradas, ejercía influencia, tomaba decisiones peligrosas, negociaba acuerdos que requerían un tipo diferente de crueldad? ¿Que Denis sabía más de lo que debería... y podría usarlo en su contra?
Agustín la abrazó aún más fuerte, temiendo perderla. «Ella merece honestidad», pensó. «¿Pero qué pasa si la verdad lo cambia todo? ¿Y si me deja?»
Su pecho se contrajo, el miedo lo carcomía como una mecha de combustión lenta. Ella era su corazón, su alma, todo. Pero un movimiento en falso podría deshacer todo.
Y aun así, no podía mentir. Ya no más.
Aflojó ligeramente el agarre. Sus dedos alcanzaron suavemente su rostro, inclinando su barbilla para que sus ojos se encontraran con los suyos. Ella levantó la mirada, escudriñando su expresión.