Tiempo de fiesta

—Ana, ¿verdad? —dijo la mujer calurosamente, extendiendo su mano—. Hola, soy Gracie. Solía ser amiga de tu suegro.

Ana parpadeó sorprendida. Agustín nunca había hablado de los viejos amigos o colegas de sus padres. Aun así, sonrió educadamente y tomó la mano de la mujer.

—Oh, hola. Es un placer conocerte.

La expresión de Gracie se suavizó con un rastro de melancolía.

—Tu suegro era un buen hombre. Fuerte, amable. Siempre creímos que tomaría las riendas del Grupo Beaumont algún día. Tenía la visión, el corazón. Pero... —Su voz se desvaneció en silencio, sus ojos divagando por un momento.

El corazón de Ana se conmovió por la pesadez en su tono.

—Su repentino fallecimiento fue un terrible shock para todos nosotros —continuó Gracie—. Luego nos enteramos de que Agustín se había ido al extranjero. Y después... ninguna noticia de él. Es realmente reconfortante verlo de nuevo esta noche. Y me alegra mucho saber que está casado.