Un pesado silencio se asentó sobre el gran salón mientras Agustín y Ana desaparecían tras la puerta con Dimitri. El caos anterior se había desvanecido, pero las secuelas flotaban densas en el aire.
Jeanne se desplomó en una silla cercana, sus ojos nublados por la furia y la vergüenza. Su pecho subía y bajaba con respiraciones irregulares, mientras el aguijón de la humillación retorcía dolorosamente su corazón.
Denis, mientras tanto, permanecía inmóvil, con la mirada vidriosa por la incredulidad y el arrepentimiento. Parecía un hombre alcanzado por un rayo —todavía de pie pero quemado por dentro.
La verdad le golpeó como un puñetazo en el estómago. Tania le había engañado desde el principio, tejiendo una red de mentiras. Había interpretado el papel de inocente herida, tergiversando los hechos y pintando a Ana como la villana.