La desesperación de Tania

Agustín retrocedió y se volvió hacia Jeanne. —Ahora conoces toda la verdad. ¿Todavía culpas a Ana?

Jeanne agachó la cabeza, con vergüenza y furia deformando su rostro.

—Acusaste a mi esposa sin conocer la verdad —dijo él con justa indignación—. La abofeteaste delante de todos. ¿No crees que le debes una disculpa?

—¿Qué? —Jeanne se puso rígida, sus ojos entrecerrados con una mezcla de furia e incredulidad—. ¿Quieres que me disculpe con ella?

—¿Por qué no? —replicó él—. La humillaste. La acusaste falsamente en público. Debes disculparte.

—Tú... ¿Ahora me culpas a mí? —se burló Jeanne, elevando la voz—. Ella tenía ese video. Podría haberlo mostrado antes. Pero no, esperó hasta esta noche—solo para deshonrarnos frente a toda esta gente. No finjas que esto no fue intencional.