—Lorie Clair —una voz profunda y autoritaria resonó detrás de ella, congelándola a mitad de paso.
Ella giró rápidamente, sobresaltada. Su mirada se posó en un hombre alto vestido con un inmaculado traje blanco. Era impresionante, refinado, y emanaba un aire de riqueza y autoridad.
Sus ojos se agrandaron, una chispa de esperanza encendiéndose en su pecho cuando se dio cuenta de que él conocía su nombre.
«¿Acaso él... me gusta?», se preguntó, con el corazón palpitando ante la posibilidad.
—Sí, soy Lorie —dijo con una suave sonrisa, colocándose un mechón de cabello detrás de la oreja en un gesto coqueto—. ¿Te conozco? ¿Nos hemos visto antes?
—No —respondió Nathan fríamente, acercándose—. Pero sé quién eres.
Su curiosidad floreció en emoción. «Debe estar interesado en mí», pensó, con las mejillas enrojeciéndose de anticipación.
—¿En serio? —preguntó emocionada, con los ojos brillantes—. ¿Me estás siguiendo o algo así?