Hao reunió su qi solar en su mano, dejándolo fluir.
Su palma se cerró con fuerza, concentrando el calor en la ficha.
La ficha brilló levemente mientras el calor irradiaba de su mano.
La presión se intensificó, y el calor aumentó con cada segundo que pasaba.
«Debería ser suficiente ahora», pensó Hao, dándole un último apretón.
Pero cuando abrió su palma, la ficha seguía igual.
Sin cambios. Sin grietas. Nada.
Hao solo sonrió y sacudió la cabeza.
No había puesto todo su qi solar en ello, sabiendo que sería inútil.
Era más por curiosidad que por otra cosa.
Aun así, de alguna manera lo había esperado.
La ficha producida por el sistema no era algo que pudiera destruirse fácilmente.
Quizás ni siquiera un verdadero cultivador inmortal podría dañarla con fuerza bruta.
«Bien, probemos el helado».
Se dio la vuelta y se dirigió al dispensador de conos.
Había una ranura en la parte frontal de la máquina, y sin dudarlo, Hao insertó la ficha.
¡Clic!