De Presumir con el Chile a Apretar las Nalgas

Y sin entrar.

Pero tampoco marchándose.

Tian Lu exhaló con simpatía y dio un paso atrás.

—Que los dioses te acompañen, hermano.

Dentro de la tienda, Hao giró la cabeza perezosamente al oír la puerta.

Dio su habitual saludo inexpresivo.

—Bienvenido.

Pero el hombre ni siquiera lo miró.

Ojos abiertos. Boca entreabierta. Rostro pálido y empapado en sudor, como si alguien le hubiera arrojado un cubo entero de agua espiritual helada directamente sobre su cabeza.

Se quedó paralizado justo después de la entrada, respirando como si hubiera corrido desde las puertas de la ciudad hasta aquí.

Su mirada se disparó a la izquierda, derecha, arriba, abajo - salvaje y errática como un alma perdida en medio de la reencarnación, tratando de encontrar el portal correcto.

Ambas manos agarraban su estómago.

Un pie golpeaba repetidamente contra las baldosas, todo su cuerpo temblando por la tensión.

Dio un paso adelante.

Su equilibrio vaciló.

Casi se resbala.