Una sola lágrima se deslizó por la mejilla del Anciano Bai Qingshui.
Su expresión no cambió.
Pero las lágrimas seguían cayendo, una tras otra, descendiendo silenciosamente desde su barbilla.
Fluían como pequeños ríos, trazando caminos desde su rostro hasta el mar brumoso debajo.
Cada gota desaparecía en la niebla sin hacer ruido.
Sus pupilas lentamente cambiaron del blanco a un gris oscuro. Su mirada afilada, enfocada y amplia se suavizó.
Sus ojos somnolientos habituales regresaron, como si acabara de terminar un largo día.
El Campo de Aislamiento de Espada Flotante parpadeó.
Luego se dispersó como dientes de león en el viento. La presión sellada que había cubierto el mar desapareció.
La niebla comenzó a moverse nuevamente, ya no estaba retenida en su lugar.
El viento se movió. El mundo respiraba una vez más.
—¿Qué... fue eso? —dijo Lin Yijun.
Xiao Lianfeng seguía mirando hacia adelante, atónito.
El mar había estado tranquilo un momento. Luego caos. Luego silencio.