Y así sin más, la extraña presión de la tienda volvió a la normalidad.
Solo quedó el recuerdo.
El Viejo Tiger Zhao sonrió como si nada hubiera pasado y le dio una palmada en la espalda a Yunlan Haorang.
—¡Vamos por tu bebida, viejo!
Los dos se alejaron como hermanos perdidos hace mucho tiempo en su camino a conseguir un Té Melocotón Oolong.
Hao, detrás del mostrador, no pudo evitar frotarse las sienes.
Ese viejo loco estaba aprovechándose de un emperador.
Un emperador.
¿Quién hubiera pensado que llegaría este día?
Hao entrecerró los ojos mirando a las dos figuras que charlaban.
Old Tiger Zhao gesticulando con una lata como si fuera un tesoro. El Emperador Yunlan Haorang asintiendo.
Hao sacudió la cabeza y sonrió. «¡Demonios, sí! ¡Adelante, viejo!»
«¡Exprime al emperador hasta dejarlo seco y ayúdame a terminar mis tareas más rápido!»
Si podía conseguir mano de obra gratis y cristales gratis de esto...
¡Eso sí que era explotación máxima de clientes!