Yoru y Tsuki se acercaron a la mesa y cuidadosamente inclinaron sus cabezas, colocando las latas justo en el lugar correcto para que no rodaran por el borde.
No era su primera entrega. Habían aprendido después de demasiados desastres efervescentes que una lata inclinada en una mesa lisa era pedir problemas.
¿Ahora? Lo tenían grabado en la memoria muscular.
—Buen trabajo, ustedes dos —dijo Hao, dándole a cada gatito una rápida caricia en la cabeza.
Yoru sacó el pecho como un soldado reportándose al servicio. Tsuki levantó la barbilla, con la cola moviéndose con orgullo.
Hao se rio, tomó una de las latas de Explosión de Alas y la abrió con un crujido nítido.
Luego, volviéndose hacia la rata inconsciente en la mesa, abrió suavemente la boca de Little Sneak. La rata parecía medio muerta pero también extrañamente en paz, con la boca ligeramente entreabierta y un fino hilo de baba colgando de un colmillo.