En el momento en que Yan Shu'er escuchó ese agudo y resonante «¡clack!» proveniente de la nueva habitación —algo entre una roca golpeando un plato y una bestia espiritual cerrando sus fauces—, su imaginación se desbordó.
¿Qué fue eso?
¿Un estante derrumbándose? ¿Algún extraño artilugio de la tienda activándose? ¿Otra extraña máquina?
¿Se rompió algo? ¿El jefe rompió algo?
Mitad hambrienta, mitad curiosa, Yan Shu'er se dirigió sorbiendo hacia cualquier desastre que probablemente estuviera ocurriendo.
Superficie verde.
Bordes de madera.
Bolas de colores brillantes dispuestas sin ningún orden particular. Un palo en la mano de Hao. Agujeros en las esquinas y los lados. Parecía parte altar ritual, parte trampa... y de alguna manera, también como una mesa de comedor.
Sus cejas se fruncieron.
—Jefe... —dijo Yan Shu'er, con la boca medio llena de fideos. Señaló la mesa con sus palillos—. ¿Qué... qué es esto?
Hao se apoyó en el taco, descansando su barbilla en la parte superior.