Después de caminar durante unos minutos, Lin Tian descubrió que la cueva era bastante profunda.
En lo profundo de la cueva, había una pequeña piscina, burbujeante y humeante.
Era, de hecho, un raro manantial termal natural.
La pitón residía junto al manantial termal, enroscada sobre sí misma como una pequeña colina.
Solo su tamaño era suficiente para asustar a cualquier persona común.
Sin mencionar sus ojos, tan grandes como campanas de cobre, y sus fauces abiertas.
Ni siquiera necesitaba hacer movimientos agresivos; una simple mirada era suficiente para hacer que a uno le recorriera un escalofrío por la espalda y saliera corriendo aterrorizado.
Pero Lin Tian no podía ser asustado tan fácilmente.
La repentina intrusión de Lin Tian también hizo que la pitón, que tenía un fuerte sentido de conciencia territorial, se enfureciera. Abrió sus enormes fauces, haciendo alarde de su poder.