Creciendo juntos

La puerta del dormitorio se abrió de golpe, revelando a Belinda de pie en el pasillo, con el rostro pálido y demacrado.

—Marion, te necesitamos —dijo, con voz urgente—. Algo le pasa a mi hija.

Marion se quedó paralizado, su mirada saltando entre Belinda y yo.

—¿Qué sucede? —exigió, sus ojos brillando de preocupación.

Belinda negó con la cabeza, su expresión sombría.

—Aria... Aria... simplemente se desplomó en su habitación señor, y no sé por qué.

Marion maldijo, sus manos cerrándose en puños.

—Llévame con ella —dijo, su voz áspera por la emoción.

Pero Belinda no se quedó para escuchar sus últimas palabras y salió corriendo de la habitación.

Mientras Marion permanecía inmóvil en la puerta, sentí una oleada de pánico invadirme. Su rostro estaba pálido y demacrado, su expresión era una mezcla de miedo y algo que no podía identificar.

—Marion, necesitas concentrarte en tu salud —supliqué—. Aria estará bien, pero no podemos arriesgar la tuya. ¿Y si el estrés...