La fiesta estaba en pleno apogeo, pero todo en lo que podía concentrarme era en el hombre que estaba al otro lado de la habitación. Richard.
Su rostro estaba oculto en las sombras, pero algo en su postura, en su porte, me provocó un escalofrío en la espalda.
Marion notó mi incomodidad.
—Selena, ¿qué pasa? —preguntó, con voz baja mientras miraba a Richard con una mirada venenosa.
Negué con la cabeza, incapaz de explicar el repentino temor que se había apoderado de mí.
—Yo... creo que conozco a ese hombre.
Los ojos de Marion buscaron los míos.
—¿Qué quieres decir con que crees conocerlo? —preguntó Marion, su expresión era una mezcla de preocupación y confusión.
—Creo que él... él estaba allí —dije, con voz apenas audible—. La noche que me llevaron...
Una mirada de comprensión cruzó el rostro de Marion y, sin decir palabra, tomó mi mano y me alejó de la multitud.
—Ven conmigo —dijo, con urgencia en su voz—. No dejaré que te pase nada.