Problemas con Adele

Me recliné en mi silla de cuero, el suave zumbido del aire acondicionado de mi oficina apenas cortando el ruidoso atardecer.

Llamé a Klaus por mi línea, queriendo darle un informe y discutir otros asuntos.

Mi mente aún zumbaba por los eventos de la semana, una semana llena tanto de triunfos como de rarezas que me mantenían despierto por la noche.

Cuando Klaus contestó, no pude evitar que una pequeña y satisfecha sonrisa se extendiera por mi rostro.

—Gonzalo al habla —dije en mi tono habitual áspero—. Quería ponerme al día sobre los eventos de hoy. Marcus estaba encantado con la asistencia, y tengo que decir que estoy bastante orgulloso de cómo resultaron las cosas. Ven a mi oficina ahora mismo. Tengo otros asuntos que necesito discutir contigo.

Hubo una breve pausa en la línea, luego Klaus respondió:

—De acuerdo, señor.

Colgué el teléfono y giré en mi silla.

Esta debía ser la vez que más había sonreído en días.

Un golpe en la puerta llegó y supe que era Klaus.