Gonzalo
Estaba sentado en mi oficina, esperando a que Klaus regresara con noticias sobre el paradero de Selena. El reloj en la pared avanzaba lentamente, y cada minuto parecía extenderse eternamente. Habían pasado dos largas horas, y podía sentir cómo crecía mi impaciencia. Me recliné en mi silla, frotándome las sienes, tratando de calmar mis pensamientos acelerados. Me preguntaba, ¿podría ella ser realmente tan escurridiza? ¿Estaba escondida lejos, o estaba más cerca de lo que esperaba?
Justo entonces, la puerta se abrió con un crujido silencioso, y Klaus entró. Llevaba una pequeña sonrisa satisfecha en su rostro, una mirada que me decía que tenía buenas noticias. Inmediatamente me enderecé y pregunté:
—¿Qué pasa? —Mi voz era firme, cargando el peso de todas mis esperanzas y planes.
La sonrisa de Klaus se hizo aún más amplia mientras se acercaba a mí.
—La he encontrado —dijo, sus palabras claras y directas—. He descubierto el hotel exacto donde se está hospedando Selena.