—¡Dije que quitaras tus manos de ella o te las cortaré! —gruñe Fénix al guerrero y todas las cabezas se giran y miran hacia la entrada donde estaban los cuatrillizos.
—¿Quién te crees que eres para dar órdenes a mis hombres? —pregunta Roberto, sabiendo muy bien quiénes son, pero este es su territorio, no el de ellos.
—¡Me importa una mierda! —dice Fénix, sorprendiendo a todos, incluida Fe, que tiembla de miedo. Primero porque ese soldado acaba de insinuar que ella podría ser la asesina, y segundo porque estaba muy feliz ayer después de que estos sinvergüenzas se fueran y ahora han vuelto.
—Por favor —susurró mientras el guerrero la agarraba del brazo y comenzaba a arrastrarla con las otras chicas.
—¡Cállate y siéntate! —dice y la empuja con fuerza, y esa es la cosa más estúpida que ha hecho en su vida.
—¡Hijo de puta! —gruñe Axel y al segundo siguiente salta sobre el guerrero, seguido por sus hermanos.
—¡Dijimos que la dejaras en paz!