Elara no podía dormir.
El sangriento mensaje de Tobias seguía reproduciéndose en su mente: «La de ojos plateados debe elegir antes de la próxima luna llena, o los tres hermanos morirán». ¿Elegir qué? ¿Elegir a quién?
La carta no tenía sentido, pero la llenaba de temor. Caminó por su habitación hasta que las paredes parecieron cerrarse. Finalmente, se deslizó hacia el pasillo, necesitando espacio para pensar. La casa de la manada estaba en silencio.
Después de la decisión del consejo de ayer, todos estaban nerviosos. Algunos miembros de la manada incluso se habían marchado, temerosos de que Celeste regresara con más cazadores. Los pies de Elara la llevaron a la biblioteca.
Los libros siempre habían sido su refugio, su escape. Tal vez ahora contenían respuestas. Empujó la pesada puerta y se quedó paralizada. No estaba sola.