El bosque estaba completamente oscuro mientras Elara corría entre Kael y Ronan. Sus piernas temblaban con cada paso, pero se negaba a reducir la velocidad. Detrás de ellos, los aullidos de los lobos de sombra se hacían más fuertes.
—Necesitamos movernos más rápido —susurró Kael, con su mano apretada alrededor del brazo de Elara.
—Lo estoy intentando —jadeó ella. El veneno podría haberse ido, pero su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera corriendo a través de aguas profundas.
Tobias lideraba el camino, sus ojos brillando verdes en la oscuridad. —El territorio de los cambia-pieles comienza más allá de esa cresta —señaló hacia adelante—. Una vez que la crucemos, estaremos en sus terrenos de caza.
Ronan gruñó. —Suena como una mala idea.
—Es nuestra única manera de llegar a Darian —le recordó Elara. Tocó el collar de media luna plateado en su garganta, extrayendo fuerza de su calidez.